A. ORIGEN DE LOS SEDIMENTOS.
Hay una apreciable cantidad de rocas sedimentarias en la superficie de la tierra. Debido a que a menudo contienen fósiles, se supone que muchas de ellas se han depositado durante el diluvio (Sección VI-A). En algunas regiones de la tierra no hay sedimentos, al paso que en otras partes los sedimentos alcanzan una profundidad de cerca de 16 km. Se estima que el espesor promedio es de unos 800 m (Blatt 1970; Pettijohn 1975). Considerando el tamaño de la tierra, ésta es "sólo una capa superficial delgada" (Pettijohn 1975) que en un globo común de 30 cm estaría representada por una capa de menos de la cuarta parte del grueso de una hoja de papel común. El término medio de erosión necesaria durante el diluvio para producir este sedimento se aproximaría al promedio de espesor de los sedimentos, menos la cantidad de sedimento proveniente de otros factores que no son erosivos, tales como: 1) Las materias volcánicas expelidas, 2) los sedimentos precámbricos que podrían no estar relacionados con el diluvio (véase la Sección VI-C), 3) algo de la erosión a partir del diluvio y 4) el material sedimentario que puede haber aflorado con las fuentes del gran abismo (White 1890, pág. 87). Estos factores podrían reducir el promedio de la profundidad estimada de la erosión durante el diluvio hasta aproximadamente la mitad (400 m). Esta cifra es bastante razonable, considerando que durante una inundación de 1883, el arroyo Kanab de Utah (Estados Unidos) abrió una hendedura de unos 80 m de ancho y una profundidad de 15 m, en menos de 8 horas (Gilluly y colaboradores, 1968, pág. 218; véase también Bruhm 1962).
Las diferentes clases de sedimentos provendrían de diferentes orígenes. La arcilla y la cal de los océanos (Sección III) darían lugar a algunos esquistos (provenientes de la arcilla) y a la mayoría de las rocas calizas (provenientes de la cal). Las areniscas, que con frecuencia no contienen fósiles, podrían haber procedido de las fuentes del gran abismo o de los sedimentos del precámbrico, que no tienen fósiles y que existían antes del diluvio. Esos sedimentos también habrían sido el origen de otros depósitos 101 diluviales. La hulla y el petróleo habrían provenido de la vegetación que crecía antes del diluvio.* "Los grandes bosques enterrados en la tierra cuando ocurrió el diluvio, convertidos después en carbón, forman los extensos yacimientos carboníferos y suministran petróleo, sustancias necesarias para nuestra comodidad y conveniencia" (White 1903, pág. 125; véase también 1890, págs. 98, 99). La vegetación prediluviana fácilmente podría haber sido el origen de toda la hulla y el petróleo de la tierra.
Ultimamente nos hemos venido dando cuenta de que no hay una reserva ilimitada de este combustible fósil. Los cálculos varían desde 5 a 10 x 10¹² de toneladas métricas de carbón (por ejemplo, Borchert 1951; Reiners 1973). Una cuarta parte de la tierra cubierta por una selva de zona templada de una máxima extensión "normal", (Whittaker 1970, pág. 83) daría 10 x 10¹² de toneladas métricas de carbón, lo que sería suficiente para formar toda nuestra hulla y petróleo. Respecto a esto es interesante lo que E. G. de White describe en cuanto a la vegetación prediluviana cuando afirma que era muy superior a la actual (White 1864, pág. 33; 1890, pág. 24; 1903, pág. 125). Debiera destacarse que las cifras dadas no incluyen el carbono que se encuentra en los esquistos pizarrosos. No parece que E. G. de White se refiera a esto. La cantidad de carbono (no el carbonato de rocas calcáreas, etc.) de los esquistos es de 500 a 1.000 veces mayor que el que se encuentra en la hulla y el petróleo. La cantidad de carbono lo que sería suficiente para formar toda nuestra hulla y petróleo (Rubey 1951; Borchert 1951). Para éste se puede postular otras fuentes de carbón, como ser: 1) el humus antediluviano (Pearl 1963), 2) un origen inorgánico tal como el que ha sido postulado para el petróleo (Porfir'ev 1974), 3) el carbón reducido que podría haber formado parte de la tierra original, tal como ocurre en algunos meteoritos. Se ha pensado en una relación entre la materia orgánica de los meteoritos y los
sedimentos. (Degens 1964).
B. EL TIEMPO COMO FACTOR EN LA SEDIMENTACIÓN.
Una de las diferencias básicas entre el concepto de un diluvio catastrófico y un proceso de evolución lenta de la tierra es la cantidad de tiempo que transcurrió. La escala geológica de tiempo generalmente aceptada, basada principalmente en una datación radiactiva, es uno de los argumentos más comúnmente usados contra la idea de un diluvio universal. Supone unos 600 millones de años para el fanerozoico y entre 4 y 5 mil millones de años para la edad del planeta Tierra. Una cantidad de características geológicas de la tierra sugieren que esta escala de tiempo no es correcta para los sedimentos. Sirvan los siguientes ejemplos: 1) Parece razonable suponer que la sedimentación siempre se irá efectuando en una cantidad de lugares en toda la tierra, y que a lo menos algunos de los depósitos se preservarán. Si se toman las partes de mayor espesor de las diferentes unidades de sedimentación de la columna geológica, el espesor máximo total obtenido da la cifra sorprendente de 138.000 m (Holmes 1965, pág. 157). Sin embargo, es un espesor sumamente delgado para explicar la supuesta cantidad de tiempo para el modelo evolucionista de la tierra (Ager 1973, pág. 34; véase también la Sección VI- A y Roth 1975). El modelo propuesto en la Biblia reconciliaría esta discrepancia al sugerir una sedimentación mucho más rápida en un tiempo mucho más corto. 2) Concuerda con este razonamiento el ritmo de denudación de los continentes mediante la erosión, que de acuerdo con los ritmos actuales, habría hecho desaparecer los continentes más de veinte veces durante el supuesto tiempo geológico (Dott y Batten 1976, pág. 136; Judson 1968; Gregor 1968). La explicación usual de que las montañas han pasado por repetidos levantamientos que han ocasionado un registro sedimentario continuo, no parece concordar con la presencia persistente de la columna geológica 102 que habría sido erradicada muchas veces si hubieran ocurrido repetidos levantamientos y ciclos de erosión a través de largas épocas. De nuevo el concepto de una sola catástrofe puede resolver el dilema. 3) Una cantidad de remanentes de erosión, que se supone que han sobrevivido a centenares de millones de años de intemperismo con muy poca erosión (Twidale 1976) también sugiere un tiempo más corto del que se acepta generalmente (Roth 1976).
C. LAS GLACIACIONES Y EL DILUVIO.
Pequeños cambios climáticos pueden producir profundos resultados en la tierra. Sólo se necesita una disminución por término medio de unos pocos grados (1,5º-8º C) para producir una edad de hielo (Plass 1956).
Evidencias de una glaciación se encuentran en una cantidad de lugares en el registro geológico del pasado. Las evidencias más importantes y menos cuestionables de una glaciación pasada se encuentran en el pleistoceno, el permo-carbonífero y el precámbrico. Muchos creacionistas suponen que el pleistoceno, el más importante y menos cuestionable de todos, es un fenómeno de glaciación postdiluviano (Sección VI-B-1). Las evidencias en favor de una glaciación del permo-carbonífero encontradas en el hemisferio sur están cerca de la mitad de la columna geológica y del diluvio, y quizá realmente no representen una glaciación. Crowell (1964) hace una lista de siete posibles interpretaciones para los depósitos que pueden aparecer como depósitos glaciales (tilitas). El más dudoso de los tres depósitos glaciales ya considerados, la glaciación precámbrica, (1) podría no ser una glaciación, o (2) podría representar una glaciación debida a temperaturas que descendieron cuando "tinieblas estaban sobre la faz del abismo" (Gén. 1: 2).
D. EL HOMBRE FÓSIL Y EL DILUVIO.
Se ha hablado de muchos supuestos hallazgos de restos humanos fósiles, o de sus huellas, en depósitos del plioceno. Sin embargo, hasta la fecha no parece que se dispone de ejemplos inequívocos de ellos (por ejemplo, Neufeld 1975). Muchos se preguntan por qué es tan notoria la ausencia de los grandes hombres prediluvianos (Gén. 6: 4) del registro de los fósiles. Varios factores podrán explicar esta indudable ausencia. 1) Los restos de tales hombres que pudieron haber quedado después del diluvio quizá fueron sepultados y desaparecieron. E. G. de White habla de un viento violento que amontonó "árboles, rocas y tierra sobre los cadáveres" (White 1890, pág. 98). 2) Los hombres pueden haber sido poco numerosos en comparación con los animales prediluvianos, y por eso las posibilidades de encontrarlos son reducidas. Hoy en día no son comunes los fósiles de mamíferos. E. G. de White habla de una "enorme población" (White 1890, pág. 92) antes del diluvio, pero en los días de ella esta expresión podría referirse a un número mucho menor en comparación con la población mundial actual. 3) Durante el diluvio, los hombres podrían haber escapado a las más altas elevaciones donde habría sido menos probable que se preservaran siendo sepultados (Sección IV-D). Por eso, se esperaría encontrar pocos fósiles. E. G. de White se ocupa de esa fuga: "La gente huía a las más elevadas montañas en busca de refugio" (White, 1890, pág. 89). Siguiendo el mismo razonamiento, los hombres prediluvianos quizá vivían en las regiones más altas donde las temperaturas (véase Sección VI-C) u otros factores podrían haber sido más favorables. 4) Los hombres pueden haber sido completamente raídos "de sobre la faz de la tierra" (Gén. 6: 7) durante el diluvio. Por lo tanto, se formaron pocos fósiles. Esto está implicado en lo que dice E. G. de White: "La maldición . . . pesó menos... donde había habido menos crímenes" (White 1890, pág. 99). 103
Si bien es cierto que estos factores son mencionados sólo a modo de ensayo, uno o varios de ellos podrían explicar la indudable ausencia o escasez de hombres prediluvianos en los sedimentos de la corteza terrestre. CBA
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