Durante las décadas pasadas, la ciencia de la geología ha estado
experimentando cambios en conceptos, altamente significativos y revolucionarios
en su teoría. Estos cambios son
sumamente amplios en su alcance y atañen especialmente a una catástrofe de un
tipo semejante al diluvio que se describe en el Génesis. 85
A. TECTÓNICA DE PLACAS
La idea de la tectónica de placas es completamente sencilla: los
continentes y los fondos de los océanos han estado deslizándose, con respecto a
la superficie de la tierra, como resultado de la desviación del material de la
corteza terrestre, hacia el interior derretido, a lo largo de algunos límites y
a la vez del replegamiento a lo largo de los límites opuestos, debido a la
expulsión del material del interior derretido.
Es tan abarcante este concepto, que es necesario aceptarlo o rechazarlo
enteramente. Al paso que se aceptaron
algunas especulaciones concernientes a esta idea a principios de este siglo,
fue tan sólo a mediados de la década de 1960 cuando ella alcanzó una aceptación
muy difundida. Quienes no la aceptaron,
fueron muy criticados.
Cualquiera que observe la forma de los continentes, queda impresionado con
el parecido del contorno de la costa oriental de Norte y Sud América con la
costa occidental de Europa y África. La
teoría de la tectónica de placas, y más especialmente en este caso la teoría de
la deriva continental, sugiere que durante el período pérmico estos continentes
estaban unidos, no existía un océano Atlántico entre ellos, y que desde
entonces se han estado separando mediante un desplazamiento.
A fin de entender mejor el proceso implicado, deben considerarse más
detalles acerca de la organización de la superficie de la tierra.
Cuando se las considera en una escala mundial, las rocas son mucho menos
rígidas que lo que normalmente uno se imagina.
Esta cuestión es mayormente un asunto de apreciación relativa. Por ejemplo, una pulga que camine por encima
de una cubierta de goma (llanta), podría pensar que la cubierta es bastante
sólida, al paso que nosotros pensamos que es flexible. La Tierra se comporta más como un plástico
suave que como un sólido rígido.
Muchísima gente está familiarizada con las mareas del océano que son
causadas por la atracción gravitatoria de la Luna y el Sol. La Tierra "sólida" también responde
a la atracción de la Luna y el Sol, sólo que en una escala mucho menor. Los terremotos también demuestran que la
tierra no es tan rígida. En un corte
transversal de la superficie de la tierra (Fig. 2), la corteza debajo de los
continentes consiste en una roca de tipo granítico, al paso que debajo de los
océanos consiste en un basalto más denso (Sección IV-B). Una delgada capa exterior de sedimento cubre
una buena parte de los continentes y de los océanos. Los continentes graníticos tienen una
densidad que es menor (2,7) que la del basalto del océano (3,0) o que la litosfera
que está debajo (más o menos 3,3) (Fig. 2).
Por lo tanto, los continentes graníticos literalmente flotan por encima
de rocas más densas que están debajo, en una manera parecida a la madera que
flota encima del agua.
La teoría de la tectónica de placas divide la superficie de la Tierra en
dos capas principales. La litosfera en
la parte exterior es más rígida y consiste en la corteza y aproximadamente 100 km . de la parte superior
del manto. La astenosfera que es más
plástica está debajo y es parte del manto.
La teoría sugiere que en algunas regiones, tales como la costa occidental
de Sudamérica (Fig. 2), la litosfera está siendo incrustada en el manto. En otros lugares, tales como la cadena del
Atlántico medio, la astenosfera se convierte en litosfera. Los continentes "flotan"
pasivamente encima a medida que el fondo del océano se produce y es absorbido
en diferentes zonas longitudinales de la tierra, tales como la cadena del
Atlántico medio y la costa occidental de Sudamérica. Se supone que los continentes que estuvieron
juntos durante el período pérmico, antes del pérmico estaban separados y tenían
una configuración y tamaño diferentes (Hurley y Rand 1969; Palmer 1974). Sin embargo, no debiera llegarse a conclusiones
definitivas acerca de esta posibilidad (Dewey y Spall 1975). Le Pichon y colaboradores (1973), 86
presentan en forma amplia y autorizada el concepto de la tectónica de placas.
LA EVIDENCIA EN FAVOR DE LA
TECTÓNICA DE PLACAS INCLUYE: (1) La forma en que coinciden
algunos de los continentes cuando teóricamente se los une.
(2) La similitud de depósitos
sedimentarios distintivos de Sudamérica con los del África.
(3) Diseños simétricos de reversión magnética en la corteza oceánica a
ambos lados de las cadenas de montañas o riscos, lo que sugiere que el basalto
es exturbado a lo largo de esos riscos y después se esparce lateralmente luego
de ser magnetizado con la polaridad prevaleciente.
(4) La concentración de terremotos de profundidad llega hasta 700 km . en de las zonas
donde la litosfera se supone que penetra en la tierra, en contraste con los
terremotos superficiales, que penetran hasta 20 km ., en zonas tales como
la cadena montañosa del Atlántico medio, donde se supone que la litosfera se
está formando (Fig. 2). Gass y
colaboradores presentan un buen resumen en favor de la doctrina de la tectónica
de placas (1972).
LAS OBJECIONES EN CONTRA DEL
CONCEPTO DE LA TECTÓNICA DE PLACAS INCLUYEN: (1) El
problema de hacer coincidir algunos de los continentes. Por ejemplo, es necesario eliminar Centro
América a fin de hacer que Norte y Sudamérica coincidan con Europa y África.
(2) La falta de una explicación satisfactoria para el mecanismo del
movimiento de placas.
(3) Una buena cantidad de datos paleontológicos y paleoclimáticos sugieren
que los continentes nunca se han movido.
Kahle (1974) ha editado un tomo que presenta objeciones a la tectónica
de placas.
El concepto de la tectónica de placas ha sido aceptado por la gran mayoría
de los geólogos. Esta teoría, que es el
cambio más significativo en el pensamiento de los geólogos de este siglo, ha
causado y todavía está causando la revisión de muchos conceptos
geológicos. Muchos puntos importantes
todavía permanecen sin definición. Sin
embargo, puesto que la idea es tan bien aceptada, se espera que sature el
pensamiento de los geólogos durante muchos años. Sólo el tiempo dirá si la teoría resultará un
éxito permanente o sólo será otro concepto transitorio. Si bien es cierto que los datos en favor de
este concepto son muy impresionantes, se impone que seamos precavidos. Las informaciones recientes en cuanto al
lecho de los océanos son "tanto perturbadoras como reveladoras"
(Kaneps 1974).
La teoría de la tectónica
de placas tiene una cantidad de características interesantes que apoyan el
concepto del 87 diluvio del Génesis. Tal
como hace resaltar Dickinson (1974), los movimientos horizontales de la
litosfera deben ser acompañados por movimientos mayores verticales que se
esperarían en la mayoría de los modelos que se tienen del diluvio (Sección
VI-B). La separación de los continentes
representa una escala de actividad que sería de esperarse en el diluvio del
Génesis. El concepto de una tierra menos
rígida requerido por la teoría de la tectónica de placas hace que los cambios
mayores que debieron acompañar al diluvio sean mucho más razonables.
B. DESPRESTIGIO DEL
UNIFORMISMO.
El concepto del uniformismo (Sección II-A) ha sido definido de muchas
maneras. Por lo general se refiere al
principio de interpretar los sucesos del pasado en términos de los
actuales. En su definición histórica más
estricta, implica que el ritmo de los procesos geológicos actuales es
suficiente para explicar los cambios del pasado. Esa doctrina es opuesta al catastrofismo, que
sostiene que las catástrofes del pasado son de una escala mayor de las que se
observan ahora. El diluvio descrito en
el Génesis sería el ejemplo principal.
El catastrofismo ha sido tradicionalmente rechazado por los geólogos
modernos que han convertido el uniformismo "en una especie de dogma
religioso" (Hooykaas 1970). Esta
última referencia dará al lector una excelente comprensión de lo que está
implicado en esa controversia.
Las últimas dos décadas han presenciado una nueva definición y un
desprestigio del concepto del uniformismo.
Ya no se ponen de lado por completo las catástrofes, y el uniformismo
está siendo definido de nuevo como para permitir la idea de un pasado diferente
del presente. La idea de la uniformidad
está siendo aplicada a las leyes de la ciencia y no específicamente a los
procesos geológicos (Gould 1965). Por lo
tanto ella está perdiendo su importancia en geología. Una evidencia de esta nueva tendencia son
algunos artículos que tienen títulos como éste: "El uniformismo es una
doctrina peligrosa" (Krynine 1956) y "El presente es la clave del
presente" (Valentine 1966). Para muchas
de las objeciones hechas al uniformismo son básicas estas preguntas: ¿Por qué
los ritmos del pasado tienen que ser iguales a los de hoy? ¿No puede el cambio
variar un ritmo de cambio? ¿No es evidente que el pasado fue diferente del
presente? Más informaciones en cuanto a
esto se encontrarán en las referencias de Simpson (1963) y Kitts (1963).
Junto con el desprestigio del uniformismo clásico ha habido un
resurgimiento del catastrofismo. Por
ejemplo, Brenner y Davis (1973) afirman: Por lo general, el análisis de los
sedimentos de los ambientes antiguos rechaza la muy difundida opinión de que la
formación de los sedimentos y su dispersión debe su origen a la operación de
procesos normales... Creemos que una vez que los estudios del holoceno
(reciente) y de los antiguos sedimentos de capas horizontales aporten
suficientes comprobaciones para el reconocimiento de los depósitos debidos a
tormentas, entonces esos depósitos serán ampliamente reconocidos en muchos lugares
geológicamente similares. Ager (1973,
pág. 49) refleja este mismo pensar: "Los huracanes, las inundaciones o las
tsunamis pueden hacer más en una hora o un día que lo que alcanzaron a hacer
los procesos ordinarios de la naturaleza en mil años".
La revolución más significativa de este siglo en lo que se cree acerca de
los procesos de sedimentación es el concepto de turbidita o aluvión
subacuático. Este concepto también
refleja la tendencia hacia el catastrofismo.
Las turbiditas son de interés especial para un estudio del diluvio
porque pueden ser enormes, se presentan debajo del agua y son rápidas. Un ejemplo moderno ilustrará esto.
El 18 de noviembre de 1929, un terremoto sacudió la costa de Nueva
Inglaterra y las provincias marítimas del Canadá. Ese terremoto, conocido como el Gran 88
Terremoto de los Bancos, ocasionó un deslizamiento de una gran masa de
sedimentos dentro del océano en el borde de la plataforma continental. También liberó otros sedimentos que formaron
lodo suelto que se deslizó por el talud continental hacia la parte más profunda
del océano Atlántico norte. Finalmente
se esparció por la planicie abismal al pie del talud. Algunas partes recorrieron más de 700 km . Uno podría pensar que una masa de lodo suelto
fluyendo en el océano rápidamente se mezclaría con el agua del mar y se
confundiría con ella perdiendo sus características propias de unidad, pero ése
no fue el caso. El lodo suelto tiene una
densidad mayor que el agua de mar debido a que es una combinación de agua con
muchas rocas, arena, arenilla y partículas de arcilla. Este lodo fluye debajo del agua del mar que
es más liviana, algo así como el agua fluye sobre la tierra debajo del
aire. Sólo hay una pequeña mezcla entre
el lodo y el agua que está encima. Tal
flujo subacuático de lodo es llamado corriente de turbidez, y la nueva capa de
lodo depositada donde se detiene la corriente es conocida como turbidita.
Afortunadamente para la ciencia, pero desgraciadamente para la telegrafía
comercial, 12 cables transatlánticos cerca de la corriente de turbidez de los
"Grandes Bancos" se rompieron con esa catástrofe, algunos en dos o
tres lugares. Se pudo apreciar con
precisión el tiempo de la primera rotura de cada cable debido a la interrupción
de las transmisiones telegráficas y su ubicación fue determinada mediante
pruebas de resistencia y de capacitancia.
Los cables que estuvieron más cerca del epicentro del terremoto, cerca
de la parte más alta del talud continental, se rompieron casi instantáneamente,
quizá debido a la descarga de los sedimentos, al paso que yendo más lejos se
pudo comprobar una sucesión más ordenada de roturas a medida que la corriente
de la turbidez iba rompiendo sucesivamente los cables. Se calculó que los ritmos de desplazamiento a
veces superaron los 100 km .
por hora. El último cable, que estaba a
más de 650 km .,
fue roto un poco más de 13 horas después del terremoto (Heezen y Ewing
1952). Se ha estimado que la turbidita
resultante procedente de esa corriente de lodo cubrió más de 100.000 km² y
tenía un espesor promedio de un poco menos de un metro. Su volumen es suficiente para cargar 20
hileras de barcos tanques que rodearan la tierra, uno al lado del otro, en
torno del ecuador (Kuenen 1966).
Podría parecer insólito que depósitos tan enormes pudieran asentarse tan
rápidamente; sin embargo parece que se trata de un fenómeno bastante
común. En Lake Mead, Arizona, grandes
cantidades de sedimentos se acumulan en el extremo oriental donde el río
Colorado entra en el lago.
Ocasionalmente, un tipo de esta corriente de turbidez transporta algo de
ese sedimento hasta el extremo opuesto del lago que está a más de 150 km . de distancia. En este caso, el ritmo del desplazamiento
parece ser extremadamente lento, pues requiere varios días para cubrir la
distancia. Se han encontrado turbiditas
en algunos lagos de Suiza. En 1954,
varios cables fueron rotos por una corriente de turbidez provocada por un
terremoto. Se originó en la costa de
Argelia y penetró en el Mediterráneo. En
el lecho del Atlántico Sur, una serie de turbiditas con capas de restos de
plantas de varios centímetros de espesor se encuentran a unos 1.450 km . de su origen en
el río Amazonas, lo que indica el desplazamiento por una corriente de turbidez
hasta una distancia considerable (Bader y colaboradores, 1970). Heezen y Ewing (1952) afirman que ha habido
desplazamiento de turbiditas hasta una distancia de 1.600 km . en el Atlántico
norte.
Las turbiditas tienen ciertos rasgos característicos, tales como una
sedimentación granulométrica normal (el cambio gradual del tamaño de las
partículas, de gruesas a finas, a medida que se asciende en el depósito), la
orientación de los granos, contactos especiales entre ellos, y características
internas. Debido a esto las turbiditas
pueden 89 ser identificadas en los sedimentos antiguos que se encuentran en la
corteza terrestre. En una catástrofe de
alcance mundial, tal como fue el diluvio descrito en el Génesis, debería
esperarse un gran número de turbiditas, y tal es el caso. Su abundancia y amplia distribución en los
sedimentos, que se encuentran muy por encima del nivel del mar y en grandes
zonas de los continentes, aumentan más la verosimilitud de una catástrofe
tal. Una sola turbidita puede tener 20 m de espesor, siendo
"depositada por un solo 'chorro' de agua turbia" (Ager 1973, pág.
35), y el volumen del flujo que producen las más grandes se estima en 100 km .3 (Walker 1973).
Desde que surgió el concepto de las turbiditas en torno de 1950, docenas de
miles de capas sedimentadas granulométricamente, amontonadas unas sobre otras,
que anteriormente se interpretaban como que se habían depositado con lentitud
en aguas poco profundas, ahora se interpretan como el resultado de corrientes
de turbidez rápidas (Walker 1973). Aun
la capa que está en medio de ellas, que consiste en sedimentos encontrados
"entre" algunas de las turbiditas, se interpreta a veces como el
resultado de la deposición rápida de corrientes de turbidez (Rupke 1969, SEPM
1973).
La evidencia científica indica que algunos sucesos de la historia de la
tierra pueden haber acontecido mucho más rápidamente de lo que antes se
creía. Esto es lo que podría esperarse
de una catástrofe tal como la del diluvio.
Pero no debe suponerse que el concepto de los uniformistas sea pronto
descartado. Aunque se lo ha combatido
vigorosamente en los últimos años (Valentine 1973), todavía es considerado por
muchos como uno de los dogmas fundamentales de la geología. Las tendencias contemporáneas están
ocasionando una nueva definición que reduce su utilidad para el estudio de la
geología. Puesto que no tiene mucho
significado para el estudio de otras ciencias, su importancia podría llegar a
ser mayormente histórica. CBA
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