Durante los años que siguieron al gran chasco de 1844, los creyentes adventistas estaban demasiado ocupados estudiando las señales proféticas de la segunda venida de Cristo como para preocuparse con los debates que ocurrían entre los geólogos. Pero las investigaciones que hacían en las profecías bíblicas pronto los llevaron a 2 Ped. 3, donde se trata de la forma física en que terminará el mundo. Las primeras publicaciones que reflejan las creencias de la joven Iglesia Adventista del Séptimo Día contenían artículos acerca de la composición del centro (núcleo) de la tierra, junto con relatos de incendios, terremotos y erupciones volcánicas que servían como heraldos de la inminente aparición de Cristo. Cuando la doctrina del séptimo día como día de reposo surgió como una doctrina principal de la iglesia, cobró importancia el relato del Génesis referente a una semana literal de siete días dedicada a la creación. Sin aventurarse en un verdadero estudio de la geología, los teólogos adventistas procuraban encontrar pruebas en apoyo de la validez del relato del Génesis, puesto que los largos períodos postulados por la geología uniformista hacían estragos en la interpretación literal del Génesis. Se hacían esfuerzos para determinar si el relato bíblico había sido mal interpretado.
Mientras James White y J. N. Andrews afirmaban que el planeta Tierra no había sido formado hasta la semana de la creación, un grupo conocido como "creacionistas secundarios" postulaban que no iba en contra de las Escrituras la creencia de que los elementos químicos que componen la tierra (de todos modos creada por Dios) habían comenzado a existir hacía más de 6.000 años. Los debates continuaban sin llegar a un acuerdo general, pero los "creacionistas secundarios" al parecer se mantuvieron en la minoría. En las primeras publicaciones adventistas se reimprimían artículos de otros grupos cristianos y de científicos que presentaban pruebas para confirmar una interpretación literal de la Biblia, o que señalaban fallas en la geología evolucionista. Los redactores, especialmente Uriah Smith, de la Review, se cuidaban de hacer 79 resaltar su oposición al uso indebido y al abuso de hechos geológicos, antes que oponerse a la ciencia misma. Mucho se dijo en cuanto a la confianza de que lograrían armonizar la ciencia y la Biblia a medida que la ciencia de la geología, que estaba en sus comienzos, continuara desarrollando nuevas teorías. Al mismo tiempo había precaución para no ser demasiado rápidos en aceptar cualquier pretensión nueva de la ciencia que pareciera proyectar dudas sobre la veracidad del relato del Génesis. Por supuesto, se esperaba que la verdadera ciencia armonizara perfectamente con la Biblia, puesto que ambas tenían el mismo Autor.
Dentro de la Iglesia Adventista, en la etapa de 1850-1900, se consideraba que la ciencia era una herramienta empleada por los que procuraban eludir a Dios como Creador y Señor. Puesto que toda la verdad se basaba en la inmutable norma de la Biblia, no debía confiarse en la palabra de los científicos descreídos. Esta fue la etapa teológica de la geología adventista del diluvio, íntimamente relacionada con el creacionismo. La mayor parte de los interesados en geología, tales como A. T. Jones, enfocaban el estudio de las publicaciones geológicas considerándolas con escepticismo, y esperaban encontrar en ellas contradicciones, fallas y errores. George McCready Price (1870-1963), docente y escritor, comenzó la fase científica de la geología diluvial adventista.
Después de estudiar las publicaciones acerca de geología de que se disponía entonces, descubrió que su fe en una interpretación literal del Génesis permanecía inconmovible. Lamentaba la tendencia protestante hacia la aceptación de la evolución teísta (la idea de que Dios creó el mundo a través de largos procesos evolutivos). Price exhortaba a las iglesias a que hubiera una nueva reforma: la vindicación de Dios como Creador volviendo a la verdad de la creación. Prosiguió en esta lucha aun teniendo en cuenta la predicción del apóstol Pedro de que sería popular la creencia de que "todas las cosas permanecen así como desde el principio" (2 Ped. 3: 4).
En 1902, Price publicó el primero de 25 libros, Outlines of Modern Christianity and Modern Science, para desafiar las tres principales teorías de la evolución: el uniformismo geológico, la evolución biológica (orgánica) y la evolución teísta.
En sus libros posteriores atacó mayormente a la geología, porque creía que era la base de las otras ideas evolucionistas. Arguyendo en contra de la interpretación evolucionista de la secuencia de las formas de vida en el registro de los fósiles, Price afirmaba que los fósiles representan plantas y animales del mundo antediluviano, que perecieron en el diluvio. Afirmaba que no había pruebas para las suposiciones uniformistas de la geología y de la sucesión evolutiva de formas de vida, que eran los únicos argumentos empleados para datar arbitrariamente las rocas y los fósiles.
Durante casi un cuarto de siglo, Price presidió este ataque en contra de la geología evolucionista influyendo sobre otros grupos cristianos fundamentalistas. El impacto que hizo en el mundo protestante sirvió para que muchos adventistas lo consideraran prácticamente como inspirado y era difícil no estar de acuerdo con Price sin ser considerado como no ortodoxo. Sin embargo, al paso que Price había atribuido prácticamente todas las principales características geológicas de la corteza de la tierra al diluvio del Génesis, uno de sus alumnos, H. W. Clark, creyó necesario modificar ese postulado para dar lugar a posibles formaciones prediluvianas. Price creía que no existía realmente un orden para los fósiles, pero Clark veía evidencias de un cierto orden en las rocas estratificadas. Clark dio una explicación para ese orden mediante su concepto de "zonación ecológica" (véase la Sección VI-C). Price había interpretado las evidencias de glaciación continental en términos de una actividad diluvial, pero Clark presentaba datos que mostraban que tanto la glaciación de las montañas como las 80 extensas capas de hielo de las planicies del hemisferio norte eran conceptos válidos. Aunque hubo reajustes de esta interpretación hechos por científicos adventistas posteriores, se mantuvo tanto la oposición a la geología uniformista como la defensa de una interpretación literal del diluvio del Génesis. CBA
Mientras James White y J. N. Andrews afirmaban que el planeta Tierra no había sido formado hasta la semana de la creación, un grupo conocido como "creacionistas secundarios" postulaban que no iba en contra de las Escrituras la creencia de que los elementos químicos que componen la tierra (de todos modos creada por Dios) habían comenzado a existir hacía más de 6.000 años. Los debates continuaban sin llegar a un acuerdo general, pero los "creacionistas secundarios" al parecer se mantuvieron en la minoría. En las primeras publicaciones adventistas se reimprimían artículos de otros grupos cristianos y de científicos que presentaban pruebas para confirmar una interpretación literal de la Biblia, o que señalaban fallas en la geología evolucionista. Los redactores, especialmente Uriah Smith, de la Review, se cuidaban de hacer 79 resaltar su oposición al uso indebido y al abuso de hechos geológicos, antes que oponerse a la ciencia misma. Mucho se dijo en cuanto a la confianza de que lograrían armonizar la ciencia y la Biblia a medida que la ciencia de la geología, que estaba en sus comienzos, continuara desarrollando nuevas teorías. Al mismo tiempo había precaución para no ser demasiado rápidos en aceptar cualquier pretensión nueva de la ciencia que pareciera proyectar dudas sobre la veracidad del relato del Génesis. Por supuesto, se esperaba que la verdadera ciencia armonizara perfectamente con la Biblia, puesto que ambas tenían el mismo Autor.
Dentro de la Iglesia Adventista, en la etapa de 1850-1900, se consideraba que la ciencia era una herramienta empleada por los que procuraban eludir a Dios como Creador y Señor. Puesto que toda la verdad se basaba en la inmutable norma de la Biblia, no debía confiarse en la palabra de los científicos descreídos. Esta fue la etapa teológica de la geología adventista del diluvio, íntimamente relacionada con el creacionismo. La mayor parte de los interesados en geología, tales como A. T. Jones, enfocaban el estudio de las publicaciones geológicas considerándolas con escepticismo, y esperaban encontrar en ellas contradicciones, fallas y errores. George McCready Price (1870-1963), docente y escritor, comenzó la fase científica de la geología diluvial adventista.
Después de estudiar las publicaciones acerca de geología de que se disponía entonces, descubrió que su fe en una interpretación literal del Génesis permanecía inconmovible. Lamentaba la tendencia protestante hacia la aceptación de la evolución teísta (la idea de que Dios creó el mundo a través de largos procesos evolutivos). Price exhortaba a las iglesias a que hubiera una nueva reforma: la vindicación de Dios como Creador volviendo a la verdad de la creación. Prosiguió en esta lucha aun teniendo en cuenta la predicción del apóstol Pedro de que sería popular la creencia de que "todas las cosas permanecen así como desde el principio" (2 Ped. 3: 4).
En 1902, Price publicó el primero de 25 libros, Outlines of Modern Christianity and Modern Science, para desafiar las tres principales teorías de la evolución: el uniformismo geológico, la evolución biológica (orgánica) y la evolución teísta.
En sus libros posteriores atacó mayormente a la geología, porque creía que era la base de las otras ideas evolucionistas. Arguyendo en contra de la interpretación evolucionista de la secuencia de las formas de vida en el registro de los fósiles, Price afirmaba que los fósiles representan plantas y animales del mundo antediluviano, que perecieron en el diluvio. Afirmaba que no había pruebas para las suposiciones uniformistas de la geología y de la sucesión evolutiva de formas de vida, que eran los únicos argumentos empleados para datar arbitrariamente las rocas y los fósiles.
Durante casi un cuarto de siglo, Price presidió este ataque en contra de la geología evolucionista influyendo sobre otros grupos cristianos fundamentalistas. El impacto que hizo en el mundo protestante sirvió para que muchos adventistas lo consideraran prácticamente como inspirado y era difícil no estar de acuerdo con Price sin ser considerado como no ortodoxo. Sin embargo, al paso que Price había atribuido prácticamente todas las principales características geológicas de la corteza de la tierra al diluvio del Génesis, uno de sus alumnos, H. W. Clark, creyó necesario modificar ese postulado para dar lugar a posibles formaciones prediluvianas. Price creía que no existía realmente un orden para los fósiles, pero Clark veía evidencias de un cierto orden en las rocas estratificadas. Clark dio una explicación para ese orden mediante su concepto de "zonación ecológica" (véase la Sección VI-C). Price había interpretado las evidencias de glaciación continental en términos de una actividad diluvial, pero Clark presentaba datos que mostraban que tanto la glaciación de las montañas como las 80 extensas capas de hielo de las planicies del hemisferio norte eran conceptos válidos. Aunque hubo reajustes de esta interpretación hechos por científicos adventistas posteriores, se mantuvo tanto la oposición a la geología uniformista como la defensa de una interpretación literal del diluvio del Génesis. CBA
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